Adrian Flores Ledesma
CESUN Universidad
Tijuana, México
En sus tradicionales conferencias matutinas, las llamadas mañaneras, el presidente Andrés Manuel López Obrador, le gusta hablar de la lucha que su gobierno contra la corrupción y los privilegios de la vieja casta política, a la que insulta y calumnia un día sí y otro también. Sin embargo, cuesta ver cómo y en qué medida su proyecto de nación, al que pomposamente denomina la Cuarta Transformación (4T), aludiendo a una supuesta regeneración del gobierno y la cultura política de los mexicanos, es hoy en día una realidad. No hay nada en ella que nos permita concluir que ahora estamos mejor que con los gobiernos anteriores de los partidos tradicionales, el PRI y el PAN.
En educación, los resultados de la 4T son incluso lamentables. En esta materia, el proyecto más importante del gobierno de López Obrador fue una enésima reforma a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en realidad una contrarreforma, que eliminó el Servicio Profesional Docente y el proceso de ingreso al magisterio educativo a través de un concurso de conocimientos para los nuevos docentes, regresando a las negociaciones con las cupulas sindicales en la asignación de las codiciadas plazas magisteriales.
Personajes menores de la 4t presumen haber revolucionado la política educativa nacional con su incomprensible proyecto de la Nueva Escuela Mexicana, que más que una política seria y bien cuidada es un planteamiento político-ideológico, al que le sobran palabras y le faltan ideas claras. Proyecto que, además, como ha sido el sello de la casa, se impuso a las escuelas de educación básica, sin una previa socialización y trabajo colegiado con todos los involucrados en el sistema educativo nacional para lograr que los docentes comprendieran los cambios que se propusieron en los planes de estudio, libros de texto y materiales didácticos. Todo se hizo a la carrera, con el afán de demostrar que se estaba borrando lo que habían propuesto los gobiernos del PRIAN.
Si revisamos los perfiles de los secretarios de educación que han dirigido la Secretaría de Educación Pública (SEP), nos podemos dar cuenta que ninguno ha sido un personaje cercano a las instituciones educativas de mayor presencia en el país, al contrario, han sido perfiles políticos, que no cuentan con experiencia alguna en el sector educativo y que solamente están viendo como utilizan la proyección que les da la SEP para ubicarse en una mejor posición política a futuro.
Así fue el caso de Esteban Moctezuma, que dejo la SEP para irse de embajador de México en los Estados Unidos de América, luego llego Delfina Gómez, que dejo la SEP para convertirse en Gobernadora del Estado de México, luego ponen a Leticia Ramírez, una persona encargada de la gestoría de presidencia, sin ninguna experiencia en el sector, pero ahora nombran por parte de la nueva presidenta, Claudia Sheinbaum, a Mario Delgado, un ex dirigente del partido político en el poder, que tampoco cuenta con experiencia en el sector y que seguro estará aprovechando los reflectores que de manera natural ofrece esta posición para colocarse en un puesto mas relevante del gabinete presidencial.
Por lo tanto, la verdadera pregunta es: ¿Le interesa a la 4T el tema educativo? No. Por lo visto, no. Su falta de visión nos está haciendo desaprovechar las ventajas del nearshoring, de nuestra localización geográfica con Estados Unidos, de las posibilidades que nos ofrece el T-MEC en la inversión extranjera directa y de muchas otras posibilidades que se pueden fortalecer a través de un proyecto educativo realmente viable para nuestra nación.
Pareciera que para la 4T la educación es solo un tema de discurso y negociación de las cuotas sindicales. No está en su vocabulario la educación como sinónimo de mejores oportunidades de empleo, movilidad social y calidad de vida. “Aspiracionistas”, llamó el presidente en una de sus interminables mañaneras a quienes piensan la educación en estos términos. El sentimiento de rechazo parece ser mutuo. Las personas más educadas de este país, no apoyan a este movimiento ni a su visión de este país. Los resultados de la pasada elección así lo demostraron. Las encuestas de salidas dadas a conocer después de la jornada electoral registraron que los votantes con más escolaridad tendieron a votar por la oposición.
Por el bien de México, espero estar equivocado, pero los primeras nombramiento del equipo de gobierno de la próxima presidenta, me reafirman que la educación no es ni será una prioridad para los gobiernos de Morena. Particularmente, el nombramiento en la SEP de Mario Delgado, un personaje dueño de un discurso sectario y dogmático, revela claramente que los planes de la próxima presidenta para este sector son profundizar la visión doctrinaria que impregna la llamada Nueva Escuela Mexicana. Tal parece que nuestras autoridades prefieren que el pueblo bueno viva de las becas y apoyos gubernamentales, en lugar de ofrecerles educación, formación y capacitación para la vida y el trabajo.
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